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lunes, 15 de julio de 2013

“La educación prohibida”, un film que nos hace repensar el modelo escolar tradicional. Experiencias alternativas.


Por Natalia Ainora

La escuela se ha establecido desde el siglo XIX como la forma hegemónica de educación, y esto ha sido profundizado y reforzado con el establecimiento de la obligatoriedad. Es así que dicha maquinaria escolar se ha vuelto un escenario inmenso de socialización de niñas y niños, de acuerdo a los intereses dominantes. Parte de su supremacía se debe a la capacidad de haber sido naturalizada como fuente de educación, civilización y progreso indiscutible; evitando durante largo tiempo que se la pusiera en cuestión.
Afortunadamente, hoy en día la escuela  es tema central de debate y reflexión en foros académicos, políticas públicas, medios de comunicación y diferentes esferas de la sociedad civil. Parece ser que en el contexto actual, la escuela no respondería a las necesidades del momento, sino que aparece como una institución anacrónica y desajustada.  En este sentido, un grupo de jóvenes  se embarcó hacia la realización de una película documental basada en una investigación en  ocho países  donde han participado alrededor de 90 educadores con propuestas educativas alternativas. El nombre atribuido ha sido “La educación prohibida”, y cuyo trasfondo es la crítica a la escuela tradicional, sobre todo partiendo de la contraposición que existe con prácticas vinculadas a las ideas y pedagogías de la Educación Popular, Montessori, Cossettini, Educación Libertaria.
A lo largo del film se pone en evidencia, una vez más,  que la escuela tradicional es vivenciada tanto por alumnos y docentes como un lugar de aburrimiento, de desinterés; aislada del entorno por muros que tienen el objetivo de separar durante el largo proceso de escolarización al niño de la realidad, el transcurso educativo se vuelve muy tedioso para ambas partes. Una vez que los niños ingresan a esta maquinaria, son despojados de sus experiencias externas, de sus contextos e incluso de sus emociones. En el modelo tradicional parece no haber lugar para estas cuestiones. Lo que sí importa es la transmisión unidireccional de conocimientos y saberes acabados, que le son impuestos al educando desde arriba y desde afuera. Así el acto de aprender se convierte en una tarea repetitiva, el educando pasivo como mero receptor. Se le anula toda capacidad creativa, de iniciativa y reflexión propia. A este modelo lo que le incumbe es cumplir con las metas planificadas en el desarrollo curricular, a través de materias estáticas que solo dicen palabras y que muchas veces el niño es incapaz de poder otorgarle un sentido; el ¿para qué? Se torna una cuestión recurrente.
El film atraviesa estas cuestiones, que ya han sido puestas en foco por pedagogos como Freire y Dewey. De hecho como ya se ha mencionado, el documental retoma experiencias alternativas fundadas sobre sus propuestas. Se parte de desnaturalizar las prácticas, los saberes, los comportamientos del sistema educativo tradicional para así dar paso a una reflexión y a una posterior elaboración de alternancias.
Es así como surgen y han surgido experiencias educativas alternativas alrededor del mundo, que desafían al modelo hegemónico. Son experiencias centradas en la acción. Aquí el verdadero protagonista es el niño que aprende. Pero no solo que aprende, sino que también es fuente de nuevos saberes y conocimientos.  Se exalta la naturaleza curiosa y creativa del niño y se la toma como una fuente potencial muy grande de nuevas experiencias. Su ritmo es respetado. El adulto es quien acompaña en este proceso, quien guía y hace de intermediario en el conocimiento.  El educador presenta misterios, pone a los niños en situaciones pero ellos mismos son lo que las resuelven, con su reflexión. Ellos poseen capacidad de asombro que es una fuente enorme de conocimientos, pero la escuela puede coartar o dar impulso a este proceso. El niño por naturaleza es curioso, imaginativo, cuestionador; pero si la educación está basada en un “deber ser” difícilmente esto fluya, probablemente el niño se sentirá desinteresado y frustrado.
El film se presenta a sí mismo como “una película sobre la educación integral centrada en el amor, el respeto, la libertad y el aprendizaje”. Lo atractivo de dicho proyecto es que lejos de portar un carácter academicista, se presenta de forma bastante amena, a modo de documental. Presenta cuestiones muy interesantes que van desde el surgimiento de la escuela, pasando por las falencias del sistema tradicional y explorando y visibilizando aquellas experiencias que se han animado a desafiar las estructuras de dicho modelo. Se trata de un proyecto que es financiado colectivamente, en el que han participado casi 800 coproductores a través de internet. No deja de ser llamativa la repercusión que ha tenido: 900 proyecciones independientes y más de 8.000.000 reproducciones en la red. Su distribución es libre. No es un dato menor, ya que es sencillo ver por doquier estos debates en ámbitos académicos, políticos y de formación pero la difusión tan extensiva de esta película permite socializar y expandir estas discusiones más allá de la academia, hacer un debate más amplio y plural.
Es totalmente imprescindible debatir sobre la escuela porque se trata de, podría decirse, el proceso de socialización más grande de la historia. La perspectiva puesta en el amor, la libertad y el respeto aparece en contraposición a la educación basada en el miedo, en el temor, las amenazas y el castigo. La escuela tradicional nos habla de paz, de solidaridad, de respeto pero se contradice con su propio modelo competitivo. De hecho, el sistema de calificaciones se implementa como una escala estandarizada que permite medir los logros obtenidos entre los diferentes educandos, para comparar. Se trata de un mecanismo muy violento, que ataca la subjetividad de los niños. Cada niño es un número, que incluso pareciera definir la calidad de persona que es. Por supuesto que si se trata de comparaciones y competencias, hay ganadores y perdedores. Ya no se estudia para aprender como fin en sí mismo, sino que estudia para tener una mayor calificación. Este sistema de calificaciones es también quien deja por fuera y expulsa niños con capacidades potenciales enormes. Cuando se habla de “fracaso escolar” el que fracasa es el niño, por no haber llegado a cumplir con los parámetros y los objetivos impuestos por otros. Se acusa al niño de no haber cumplido con expectativas ajenas a sí mismo. Se sigue legitimando un sistema que estigmatiza, homogeniza, oprime y expulsa.
Por supuesto que el debate no queda aquí agotado; el film es un disparador más para repensar la escuela. Lo interesante a destacar es la postura  adoptada,  en tanto entiende que son los diversos sujetos parte del proceso educativo- niños, maestros, familias y miembros de la comunidad- los que deben reapropiarse de su educación, proponerse sus propios  fines y medios pedagógicos. La escuela activa, que produce y sale del aula.  Como espacio abierto a las experiencias y necesidades de la comunidad. Experiencias integradoras entre educadores, educando, familias y comunidad; que propician una educación viva, donde hay intercambio, comunicación y cooperación.




1 comentario:

  1. Soy estudiante de Letras y una incansable defensora de la Escuela, creo que sigue siendo una institución vigente en materia de educación, y que en los últimos años los esfuerzos por mejorarla han sido múltiples. Hay que reflexionar, pero también hay que volcar lo que pensamos en acciones para lograr un cambio. No estoy de acuerdo con pensar una educación sin escuelas, pero sí en pensar en escuelas que se actualicen para responder a las necesidades actuales.
    Gracias por el material, muy útil para seguir enriqueciendo el debate.

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